14/01/14
21:19 p.m.
Debería presentarme, pero total, poco a poco iréis conociéndome...
Acabo de volver. Mi primer día de
correr. ¡Y menuda experiencia!
Sorprendentemente, mis piernas no han flaqueado,
mi rodilla, la cual me lesioné practicando Muay Thai, se ha recuperado ya por
completo.
El ritmo ha sido agradable y
mucho más aún ha sido poder ir por la calle, subir cuestas, bajar cuestas,
recorrer parques y cruzarme con gente que tenía la misma expresión de
concentración y dolor que yo. El frío esta noche era liviano, así que no ha
sido demasiado molesto. Con un gorro de lana, una sudadera y unos pantalones de
chándal, y las deportivas de correr por supuesto, he comenzado el trote.
Al principio se trataba de una
primera toma de contacto. He subido la cuesta de mi calle y me sentía relativamente
cómodo con el ritmo, la respiración y el clima. Las energías no me abandonaban,
así pues, cuando he llegado a la esquina, he decidido seguir adelante, llegando
a la plaza de Cataluña por Príncipe de Vergara. Los semáforos estaban abiertos,
y como seguía sintiéndome bien, he decidido seguir un poco más.
La calle es grande y las aceras
espaciosas, por lo que la gente no me molestaba. La respiración se había hecho
rítmica sin percatarme, y empezaba a salivar bastante. Para cuando he llegado a
la Avenida de Ramón y Cajal, he tenido que escupir la saliva que ya se hacía
molesta en la boca. Las piernas seguían fuertes y mis energías estaban aún
decentemente bien. Había pasado un año, doce meses enteros desde que había hecho
algún ejercicio de cardio. Y lo que más me preocupaba, era la infinidad de
comida basura que este tiempo había ingerido. Entendedme, no soy un loco de la
nutrición, pero comer todas las semanas hamburguesa, pizza y cosas por el
estilo, aparte de Coca-colas de viernes a domingo, hacía que estuviera bastante
preocupado por mi rendimiento a la par que había observado un vientre tapado y
con cierto michelín, no muy alarmante, pero sí molesto.
Pues bien, con la emoción del
primer día, y mi aún decente ritmo, decidí subir bordeando el Parque de Berlín,
por la calle Marcenado. Es una cuesta larga, con cierta pendiente, y ya pensaba
que eso podría conmigo, sin embargo, cuando ya estaba en la cima, sentía que a
excepción de la saliva que no paraba de formarse como un lago en mi boca,
estaba en bastantes buenas condiciones. Mi concentración en este punto del
trayecto ya estaba totalmente centrada en la respiración. Inhalaba por la nariz
y exhalaba por la boca.
Cabe decir que no tengo ni idea si era lo correcto. No
soy corredor, ni siquiera aficionado, y durante la ascensión, había probado a
coger el aire por la boca y expulsarlo por la nariz, siéndome molesto e
incómodo, así que me concentré en el camino y terminé por encontrar que a la
inversa aguantaba mejor y me sentía confortable con el ritmo que había cogido.
Había tratado de mantener el
ritmo tanto en llano como en ascenso, y ahora me tocaba bajar la calle
Marcenado hasta la cuenca que cruza con Sanchez Pacheco. Aunque la tentación de
acelerar mientras me dejaba caer era grande, preferí seguir el mismo ritmo que
únicamente me hacía salivar y seguía manteniendo las piernas fuertes.
Para cuando giré por Sanchez
Pacheco, comencé a notar mi “tope”. Las piernas estaban aún fuertes, pero el
pecho comenzaba a molestar y la respiración ya me forzaba a respirar únicamente
por la boca. He de admitir que los últimos cien metros han sido un calvario.
Aparte de la molestia, la respiración era casi imposible controlarla para que
no fuese forzada. Al llegar a la esquina de Vinaroz, y mi última recta, estaba
ya deseando detenerme.
Admito que lo pensé, y hasta me
vi tentado, pero ya que había llegado tan lejos, no iba a empezar tirando la
toalla. Escupí por última vez y pensé: “El dolor del pecho es tu cuerpo
purificándose de toda esa comida basura”.
Por fin llegué. Las piernas me
hormigueaban. Sentía los abductores congestionados y el pecho seguía molestando
al igual que los ojos. La respiración aún estaba forzada pero me sentía “bien”.
Me sentía que había hecho lo correcto y algo bueno. Sentía que este primer mes
iba a ser jodidamente duro y que la pereza mañana mismo me iba a atacar para no
volver a pasar por esto. Pero aún así, lo había hecho.
Parece tonto. Solo has dado una
vuelta a quince manzanas, comprobado con el maldito Google Maps, ¡Quince! Para
estar pesando 80kg y con más o menos un porcentaje de 35-40% de grasa, un año
completo de comer mal y practicar apenas deporte, para mí había sido una tarde
mágica. Una prueba de voluntad y un severo choque para mis músculos
adormecidos.
Ahora, mientras escribo esto, aún
con las deportivas y los pantalones puestos, el pecho ya relajado, y una
sensación liviana en el cuerpo, fatigado y con unas tremendas ganas de una
buena ducha, puedo decir que mi primer día, ese pequeño rato que he pasado
solo, conmigo mismo, recorriendo el barrio y poniendo a prueba mi
determinación, ha sido genial.
No quiero pensar en mañana. Me da
pereza solo de pensarlo. No quiero repetir. Y al mismo tiempo, sé que pienso
hacerlo…
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